miércoles, 11 de enero de 2012

Pato con higos



Ingredientes:

  • 4 muslos de pato
  • 4 cucharadas de mermelada de higos
  • 2 vasos de vino moscatel
  • 16 higos secos
  • 4 cucharadas de aceite de oliva
  • sal, pimienta negra
  • 1 cucharada de maicena (para espesar la salsa)


Preparación:

  1. Poner el vino y la mermelada en un cazo a calentar, removiendo de vez en cuando hasta conseguir una mezcla homogénea.
  2. Salpimentar los muslos de pato. Poner el aceite a calentar en una cazuela y dorar los muslos por ambos lados.
  3. Retirar la grasa que haya quedado en la cazuela donde se han dorado los muslos y sustituirla por la mezcla de vino y mermelada que tenemos en el cazo.
  4. Cocer a fuego lento durante 1,5 h. aproximadamente, dándoles vuelta de vez en cuando y rociándolos con la salsa. A media cocción añadir los higos secos después de haberles quitado los pedúnculos.
  5. En el último momento si la salsa quedara demasiado líquida, añadirle un poco de maicena diluida en agua.
  6. Servir acompañado de un puré de manzanas ácidas.

La conspiración, Robert Redford, 2010


Título original: The Conspirator
Dirección: Robert Redford
Guión: James D. Solomon,  Gregory Bernstein
Fotografía: Newton Thomas Sigel
Música: Mark Isham
Producción: The American Film Company / Wildwood Enterprises
País: Estados Unidos
Año: 2010
Género: Drama
Duración: 122 min.
Intérpretes: James McAvoy como Frederick Aiken, Robin Wright como Mary Surratt, Kevin Kline como Edwin Stanton, Evan Rachel Wood como Anna Surratt, Danny Huston como Joseph Holt, Justin Long como Nicholas Baker, Tom Wilkinson como Reverdy Johnson, Alexis Bledel como Sarah Weston, Johnny Simmons como John Surratt, Norman Reedus como Lewis Payne, Jonathan Groff como Louis Weichmann, James Badge Dale como William Hamilton, Toby Kebbell como John Wilkes Booth, Stephen Root como John Lloyd, Colm Meaney como David Hunter.


En 1865, tras el asesinato de Abraham Lincoln, ocho personas son detenidas y acusadas de conspirar para matar al presidente, al vicepresidente y al secretario de Estado. Entre ellas está Mary Surratt (Robyn Wright), la dueña de una pensión, donde John Wilkes Booth (Toby Kebbell), el autor material del magnicidio, y sus cómplices se reunieron y planearon el atentado. Mientras el resentimiento contra el Sur domina a las autoridades de Washington, el joven abogado Frederick Aiken (James MacAvoy), héroe de guerra unionista, se ve obligado a defender a Surrat ante un tribunal militar. Sin embargo, muy pronto empieza a sospechar que su defendida podría estar siendo utilizada como señuelo y rehén para capturar a su hijo John (Johnny Simmons). Con el país entero en contra de Surratt, Aiken es el único que se encuentra en condiciones de averiguar la verdad y salvarle la vida. (FILMAFFINIY)


Vale, veamos cómo lo montamos para que no se desestime la lectura de este texto desde ya. Robert Redford, otrora guapo guapísimo del cine, vuelve a la carga colocándose detrás de la cámara, para adaptar la historia del juicio a la señora Mary E. Surratt, madre de uno de los asesinos del presidente Abraham Lincoln. ¿Queda alguien? La película dura dos horas bien cargadas, y toda la acción posible, residente en la caza y captura de los conspiradores y/o asesinos, se ventila en apenas un minuto y algo. La conspiración no quiere saber nada de eso; quiere ir de seria y por eso centra la práctica totalidad de sus esfuerzos en el juicio en sí. Oh, y esa buscada seriedad ha colado con más de uno, que ahí están James McAvoy, Robin Wright, Kevin Kline, Justin Lin, Evan Rachel Wood y tantos otros, entre quienes se podrá reconocer (pese a sus pelucas y vello facial postizo) a actores de series punteras de la HBO y la AMC. Pero alto ahí, que seguro que alguien ya empieza a olerse la tostada: no, no me atrevo a decir que estemos ante una mala película, ni mucho menos. Pero sí creo que podría haber sido resuelta infinitamente mejor, por lo que final, la decepción no me la quita nadie.
Del lado positivo, toca señalar que estamos ante una película más que eficiente en la mayoría de sus aspectos. Por encima de todo, destacan las interpretaciones, por lo general contenidas y creíbles. Y nadie puede poner en duda su factura técnica, salvo quizás por un maquillaje que en ocasiones roza lo ridículo. Del mismo modo, el habitual savoir-faire del Redford queda reflejado aquí con una película de corte elegante y sobrio, que además salvo en puntuales ocasiones (ese prólogo innecesario) bien podría haber sido una obra teatral, con las dificultades que ello conlleva. Parabienes de rigor expuestos con religiosidad, toca pasar ahora a la verdadera enjundia del asunto, el "algo más" que justifica a día de hoy una revisión de semejantes hechos históricos. Es de esperar que un cineasta dispuesto a tirar de pasado, lo haga bien por un afán documentalista, bien porque crea que el discurso que vaya a exponer sea perfectamente extrapolable a la actualidad. Y lo segundo es lo que hace La conspiración, que consigue poner en entredicho no tanto la eficacia del sistema judiciario de entonces, sino el de hoy en día al constatar que en casi 150 años apenas se han mejorado algunas de sus más importantes lagunas.


Ahora bien, todo lo que tiene de bueno en su esencia, apunto está de perderlo (para un servidor se pierde totalmente, pero concedámosle cierto margen de error) en su puesta en práctica. Si bien ciertas temáticas aún pueden mantenerse a día de hoy, desde lo que no se puede hacer es retomar un estilo de película agotado hace años, puesto que así sólo se confunde lo histórico con lo que ya es historia. Y por ahí cojea el film de Redford. Un film que por mucho que se disfrace de otras cosas y épocas, a la postre no es más que la típica sucesión de clichés de un thriller judiciario de principios de los 90, año arriba, año abajo. Desde el abogado joven que acepta un caso en el que ni él mismo cree al principio, a los problemas con la vida social (aka novieta) que acarrea el meterse demasiado en él. Aunque en general, es toda la evolución de la cinta; hasta a los flashback es capaz de recurrir, con resultados francamente pobres. La sucesión de lugares comunes es tan burda, que de no ser porque afortunadamente, la historia en sí obliga a poner un final ligeramente distinto al esperado, uno podría haberse aventurado a acertar desde el primer minuto cómo iba a acabar absolutamente todo.


Lo decía antes y lo mantengo ahora: La conspiración no es una mala película, puesto que el solo hecho de tener un mensaje tan claro la hace tener una razón de ser. Pero más allá de eso, a un servidor le cuesta entender cómo es posible que a día de hoy aún haya quien conciba un tipo de cine así, tan rancio, tan pasado de moda. Y es que no nos engañemos, si lo último de Redford se estrena en pantalla grande lo hace únicamente por dos motivos. El primero es el nombre del propio Redford, así como del resto de implicados. Y el segundo, porque van ataviados con ropa de época, y eso siempre sube el caché de una producción. De lo contrario, ni de lejos hubiéramos sabido de ella más que reconvertida a película de sobremesa de domingo por la tarde.
6/10
Por Carlos Giacomelli (La Casa de los Horrores)