Título original: Dancer in the Dark
Director: Lars von Trier
Guión: Lars von Trier
Fotografía: Robby Müller
Música: Björk
Producción: Coproducción Dinamarca-Alemania-Holanda-Italia-EEUU-Reino Unido-Francia-Suecia-Finlandia-Islandia-Noruega; Fine Line Features / Zentropa Entertainments4 / Trust Film Svenka / Liberator Production / Film I Väst
País: Dinamarca
Año: 2000
Género: Drama. Musical
Duración: 140 min.
Reparto: Björk, Catherine Deneuve, David Morse, Peter Stormare, Jean-Marc Barr, Joel Grey, Udo Kier, Vincent Paterson, Cara Seymour, Vladica Kostic, Siobhan Fallon, Zeljko Ivanek, Jens Albinus
Selma es una emigrante checa en los Estados Unidos. El año, 1964. Selma trabaja incansablemente, a menudo haciendo turnos de noche y de día en una fábrica para ahorrar; necesita el dinero para salvar a su hijo Gene mediante una operación que le curará de una enfermedad hereditaria que ella le ha transmitido y que inevitablemente le llevará a la ceguera. Tras sus gruesas gafas Selma tiene ya serias dificultades para ver y trabajar con seguridad, pero ese es su secreto, por nada del mundo quiere perder su trabajo. La medio ciega Selma adora el cine, especialmente los viejos musicales de Hollywood. En los momentos en que se siente fuerte, Selma cree estar viviendo ella misma en un musical. Kathy, su compañera de trabajo y vecina es su mejor amiga y conoce su secreto. Kathy la acompaña al cine y le describe las secuencias de los musicales que ya no puede ver. También están sus caseros, Linda y su marido Bill son buenas personas, amables con Selma; Pero Bill está arruinado; lo ha perdido todo y no se atreve a confesarlo a su mujer por miedo a perderla. Bill descubre el lugar donde Selma guarda sus ahorros para la operación de su hijo y los roba. Cuando Selma se lo reclama, ambos forcejean con la pistola del policía, que morirá de un disparo… nadie creerá que Selma no es una asesina.
Reducida a sinopsis la historia de Bailar en la Oscuridad puede asemejar la de un culebrón o uno de aquellos arrebatados dramones de la etapa mexicana de Buñuel, pero esta película de sentimentalidad arrebatada es un milagro porque es obra de uno de los directores realmente revolucionarios que aún quedan en el séptimo arte, el danés Lars Von Trier, y lejos de cualquier exceso, Bailar en la oscuridad es sobrecogedora, emocionante, un prodigio artístico de deslumbrante genialidad e insoportable dolor. Bailar en la Oscuridad cierra la trilogía llamada Corazón de Oro y si en su anterior entrega, la maravillosa Rompiendo las Olas, Lars von Trier reflexionaba sobre el concepto del milagro en la lucha de una mujer contra la intolerancia y la incomprensión, aquí el milagro es la protagonista en sí misma, Selma, uno de los grandes personajes femeninos de la historia del cine, que una no-actriz, la cantante Björk eleva a alturas siderales con su no-interpretación, capaz de emocionar al espectador hasta casi lo insoportable.
Como la Bess de Rompiendo las Olas y la Karen de Los Idiotas, esta Selma de Bailar en la Oscuridad tiene una razón para inmolarse, para sufrir hasta lo indecible, el sacrificio por su hijo que la eleva por encima de lo humano, hacia una forma de santidad se diría si tenemos en cuenta la devoción de Von Trier por el cine religioso de Carl Dreyer. Selma es fruto de la impagable entrega de Björk, que sufrió lo indecible y discutió atrozmente con el director intentando ambos hacer de ella no un personaje a interpretar, sino una piel que encarnar. Una piel azorada por su creador, desgarrada por su destino y maltratada por la vida. Björk no interpreta, padece. Y nosotros con ella.
Es mucha la osadía formal desplegada en esta película, los recursos y estilos contradictorios: melodrama escalofriante, realismo sucio, musical pobre… Estamos ante la reinvención de la gramática del cine. Y estamos ante un desafío en toda regla a la ideología fílmica del propio cineasta, que goza traicionando sus propios principios. Es la obra del director más destacado de cuantos desde Dinamarca promovieron el manifiesto Dogma 95, la más radical reducción del cine a su mínima esencia. El voto de castidad de Dogma 95, que ha dado lugar a muchas obras menores, pero también a genialidades como Mifune, Los Idiotas y Celebración, prohibía emplear iluminación y música añadidas, escenas de violencia con armas, flashbacks y hasta la firma del director. Como Moisés ante el Becerro de Oro, Von Trier en Bailar en la Oscuridad rompe sus Tablas de la Ley. Hace nada menos que un musical, aunque un musical con sus propias reglas, de todo menos convencional. Como ocurre con cualquier película de las que cambian la historia del cine, ésta también despierta odios viscerales en la crítica más carca, ésa que reniega de todo lo que sobrepase el canon que consideran inmutable, ésa que piensa que el cine ya está inventado y pontifica con suficiencia que cualquier innovación es un capricho de modernos deseosos de epatar. Ellos se lo pierden.
Pero la ruptura con el Dogma no es completa. Ese naturalismo radical está en las secuencias de vida cotidiana protagonizadas por Selma. Sin embargo Lars Von Trier decide que la magia del cine está para utilizarla. Emplea cámara digital para aumentar la sensación de cotidianeidad en la primera parte y acrecentar la sordidez de la vida en prisión en la segunda. Pero los números musicales están filmados con cien cámaras a la vez, reservando una fotografía nítida y brillante a los sueños coreografiados de Selma. Es una coreografía mucho más austera que la de los clásicos musicales norteamericanos, pero original y hermosa, en particular en el número del tren de la canción I’ve seen It All.
La película evoluciona al ritmo marcado por Björk, autora de una banda sonora que une atrozmente drama y melodía en su tercio final, escalofriante en 107 Steps cuando se cuentan y cantan los ciento siete pasos que separan la celda de Selma del patíbulo. En la música hallamos la clave: Selma contra la vida. Hasta el final Selma proyecta en su escenario vital lo que dicta su corazón: musicales al ritmo de los ruidos de la vida. La vida responde sin piedad.
Selma es un personaje dickensiano. Tiene una vida desgraciada y la inmensa bondad que desprende es aprovechada por sus prójimos para su propio beneficio. Pese a todo, es feliz soñando despierta. Cómo madre sólo vive para su gran obra, a la que siempre va a amar incondicionalmente, y por su hijo se expone de manera abierta al dolor, el sufrimiento y finalmente el sacrificio supremo. Habrá quien considere excesivo ese derroche de sentimientos. Hay quien no cree en milagros, pero los milagros existen. Bailar en la Oscuridad es la prueba.
Federico Vaz (Cuatrocientos Golpes)
Federico Vaz (Cuatrocientos Golpes)
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