jueves, 29 de septiembre de 2011

Secretos y mentiras, Mike Leigh, 1996


Título original: Secrets and Lies
Director: Mike Leigh
Guión: Mike Leigh
Fotografía: Dick Pope
Música: Andrew Dickson
Producción: Thin Man Films / Channel Four Films / Ciby 2000
País: Reino Unido
Año: 1996
Género: Drama
Duración: 141 min.
Intérpretes: Brenda Blethyn (Cynthia Rose Purley), Timothy Spall (Maurice Purley), Phyllis Logan (Monica Purley), Marianne Jean-Baptiste (Hortense Cumberbatch), Claire Rushbrook (Roxane Purley), Elizabeth Berrington (Jane), Lee Ross (Paul), Michele Austin (Dionne), Ron Cook (Stuart), Lesley Manville (Social Worker)


Al morir sus padres adoptivos, Hortense, una joven negra que vive en Londres, siente la necesidad de conocer a su madre biológica, la cual la dio en adopción nada más nacer. Cuando por fin la encuentra, resulta ser una mujer soltera que trabaja en una fábrica. (FILMAFFINITY)


Recientemente, en una entrevista que me concedió Eduardo Torres Dulce, crítico de cine de Expansión, La Clave y el programa radiofónico Cowboys de medianoche, éste me aseguraba que «de originalidad y provocación estética estaba lleno el cementerio del cine», en relación a muchas películas “de festival” que impostaban las últimas modas artísticas y que se ataviaban con los ornamentos discursivos de más rabiosa actualidad. Por añadidura, completaba su razonamiento afirmando que esta aceptación en los más reputados circuitos de exhibición estaba íntimamente relacionado con el pecado más recurrente de la crítica, el esnobismo; y para corroborarlo, me sugería que «si recuperáramos las listas de los críticos españoles en el año 1987/88, y citáramos algunas de ellas, te puedo asegurar que pasaríamos vergüenza».

De entrada, me pareció una reflexión interesante porque muchas de las obras aquí abordadas, en este recorrido crítico por las Palmas de Oro del festival de Cannes, han estado sepultadas durante mucho tiempo. Un proyecto de índole arqueológica, que dirán algunos. Sin embargo, difiero de las palabras de Torres Dulce: ¿cuántas películas duermen hoy el sueño de los justos porque todavía no han llegado las condiciones sociales, culturales y artísticas idóneas para volver a ser apreciadas? Las fluctuaciones en la interpretación fílmica, la redefinición de nuestra escala de valores, son argumentos más que suficientes para no dictar sentencia ante determinadas obras y fenómenos cinematográficos de éxito pretérito que hoy juzgamos trasnochados. Por tanto, levantar las lápidas de ese gran cementerio cinematográfico y profanar el sueño de quienes dimos por muertos, no es, desde luego, un ejercicio inútil e insignificante, sino un valiosísimo chequeo que nos puede ayudar a efectuar algunos descubrimientos no siempre placenteros. En el arte cinematográfico no hay actas de defunción irrevocables.

Todo lo anterior viene a colación de la película Secretos y Mentiras, Palma de Oro, Premio de la crítica (FIPRESCI) y Premio a la mejor actriz (Brenda Blethyn) del Festival de Cannes en 1996, además de otras distinciones como el Globo de Oro y el Bafta a la mejor intérprete femenina y hasta cinco nominaciones de la Academia de artes y ciencias cinematográficas de Hollywood. A pesar de semejante currículum, que como vemos gozó del beneplácito de la crítica de todo el mundo, nos queda la amarga sensación de que éste y otros logros del cineasta inglés Mike Leigh, se han visto eclipsados por las obras de Ken Loach, Neil Jordan, Stephen Frears, Danny Boyle, y hasta de Michael Winterbottom, directores que en diferentes tramos de su filmografía frecuentaron el realismo social británico, que reverdeció en las décadas de los años ochenta y noventa. Al contrario que estos autores, la resonancia crítica de los trabajos de Mike Leigh se ha diluido conforme éstos se han ido alejando de sus respectivos años de estreno, y esto sucede con Indefenso (Naked, 1993), Dos chicas de hoy (Career girls, 1997), Topsy-Turvy (1999), Todo o nada (All or anything, 2002) y hasta con la magistral El secreto de Vera Drake (Vera Drake, 2004).


Secretos y mentiras narra la historia de Hortense (Marianne Jean-Baptiste), una chica de raza negra que tras la muerte de sus padres adoptivos decide buscar a su verdadera madre, si bien una vez obtenida legalmente su partida de nacimiento, descubre con sorpresa que ésta es blanca. Cynthia (Brenda Blethyn), que así se llama su progenitora, es una mujer de clase baja que vive con su hija Roxana (Claire Rushbrook), también fruto de un embarazo no deseado, con la que no se entiende. Neurótica y muy necesitada de cariño, el círculo familiar de Cynthia se completa con su hermano Maurice (Timothy Spall) distanciado de ella por las diferencias que ésta mantiene con su mujer, Monica (Phyllis Logan) y por la crisis matrimonial que están atravesando, aunque la causa se desvelará a lo largo del filme.

Quizá con perspectivas más comerciales, Secretos y mentiras hubiese resultado una divertida comedia de enredo, pero Mike Leigh prefirió desarrollar, simple y llanamente, una crónica humana en el más amplio sentido de la palabra, ya que en ella se concitan los deseos, insatisfacciones, rencores, rivalidades e incomprensiones que cualquier familia es sensible a experimentar; y cómo a partir de inesperados desencadenantes sobreviene una profunda catarsis que lava heridas y recompone la unidad del seno familiar. El calado social de la película está emparentado, así, con la cercanía y proximidad de los personajes abordados, con su circunstancia íntima y cotidiana, cada cuál con sus miserias y preocupaciones. Sin embargo, el guión contrapone el acomodamiento dramático de Cynthia, Maurice, Monica y Roxane –de alguna manera víctimas de sus respectivos fantasmas– con el valiente periplo que inicia Hortense, lo que, a la sazón, les supondrá una auténtica lección moral, ya que entre las motivaciones de ésta última no se encuentra el rencor o la recriminación, sino, más bien, una actitud comprensiva y respetuosa hacia las debilidades ajenas.

Ante este sustrato melodramático, las referencias sociales pasan a un segundo plano; y Leigh despliega una narración serena, sacudida con abundantes cambios de ritmo gracias, sobre todo, a algunos diálogos y a las explosiones emocionales de la actriz Brenda Blethyn, cuyas distinciones por su interpretación continúan más que justificadas. Leigh rehuye de la sordidez de otras de sus obras, y opta por una puesta en escena más límpida, con diferentes estrategias según el paisaje humano: la sesión fotográfica con la que se presenta Maurice, intentando, fuera de campo, hacer sonreír a sus clientes para que salgan favorecidos, constituye una certera representación de su papel mediador en el seno familiar; la actividad de Monica para mantener impoluta su nueva casa contrasta con la baja iluminación con que es filmada, con penumbras que se extienden por todos los rincones de la vivienda, lo que evidencia un drama oculto, no revelado; la existencia de Cynthia se limita también a su hogar, pero, al contrario que en Mónica, éste deviene en un espacio claustrofóbico y enfermizo en la medida en que hay una reiterada retroalimentación de recuerdos y deseos insatisfechos; por último, en Hortense predomina el estatismo, la mesura, la reflexión gracias a numerosos primeros planos que dejan entrever una crisis interior, si bien ésta será su estímulo para emprender la búsqueda de Cynthia.


Secretos y mentiras llega a su clímax en una inolvidable reunión familiar en la que se destapará la caja de los truenos, y en ella vuelve a ser significativa la prudencia de Leigh para no convertir la secuencia en un espectáculo televisivo del tipo Sorpresa, sorpresa, El diario de Patricia, Lo que necesitas es amor y otras muchas fórmulas televisivas que, provenientes de Estados Unidos, hacen entertainment a costa de traficar con emociones y sentimientos ajenos. Quizá este largometraje de Mike Leigh no esté hoy en el altar que ocupó antaño; pero sigue siendo una propuesta que no desmerece los mejores trabajos de Ken Loach, Stephen Frears, Neil Jordan, Danny Boyle, y el resto de sus compañeros de generación, por no hablar de éxitos más fugaces y prefabricados como Billy Elliot (Stephen Daldry, 2000), aunque, una vez más, apliquémonos el cuento: mejor que prime la prudencia, y dejemos semiabierta la lápida de su sepulcro.

José Antonio Planes  (Miradas de Cine)

"¡Secretos y mentiras! Todos sufrimos, ¿por qué no compartir nuestro dolor?"


"La familia puede sacar lo peor de los seres humanos, pero al final hay que volver a ella" (Mike Leigh)

No hay comentarios:

Publicar un comentario