martes, 13 de septiembre de 2011

Persona, Ingmar Bergman, 1966


Título original: Persona
Director: Ingmar Bergman
Guión: Ingmar Bergman
Fotografía: Sven Nykvist (B&N)
Música: Lars Johan Werle
Producción: Svensk Filmindustri (SF)
País: Suecia
Año: 1966
Género: Drama. Intriga
Duración: 81 min.
Reparto: LivUllman (Elisabeth Vogler); Bibi Andersson (La enfermera Alma); Margarethe Krook (La doctora); Gunnar Bjornstrand (Mr. Vogler); Jorgen Lindstrom (El muchacho);


Elisabeth (Liv Ullmann), una célebre actriz de teatro, es hospitalizada tras perder la voz durante una representación de "Electra". Después de ser sometida a una serie de pruebas, el diagnóstico es bueno. Sin embargo, ella sigue sin hablar y permanece en la clínica. Alma (Bibi Anderson), la enfermera encargada de cuidarla, intenta romper su mutismo hablándole sin parar. (FILMAFFINITY)


Persona, la primera película realizada por Bergman tras haber sufrido una grave enfermedad, es una enigmática obra maestra de múltiples niveles de lectura, elaborada a partir del más básico de los elementos cinematográficos: el diálogo unidireccional que se establece entre una enfermera muy habladora y su paciente, una mujer aquejada de una mudez psicosomática. La mayor parte de la película se centra en la relación entre estas dos mujeres (que bien podrían representar distintos aspectos de una misma mujer; una interpretación que vendría avalada por la frecuencia con que se repite una imagen compuesta formada por la mitad del rostro de cada una de ellas). Las excepciones a esta regla son la brutal fantasía erótica de un adolescente que aparece antes de los títulos de crédito, las escenas en que un psiquiatra habla con ambas mujeres al principio de la película y la aparición del marido de la enferma, que parece incapaz de distinguir una mujer de la otra. A todo ello cabría añadir algunos de los elementos de la secuencia previa a los títulos de crédito, que, inesperadamente, vuelven a aparecer a mitad de la cinta. El film se inicia con un rollo de película enroscándose en la bobina de un proyector y, a mitad del film, cuando se produce una crisis en la relación entre las protagonistas, el celuloide parecerá quemarse; momento en que reaparecerán esos elementos ajenos, pertenecientes a la fantasía del adolescente.


Pocas películas han intentado ocuparse del psicoanálisis de una manera tan directa y, a la vez, tan evasiva, no sólo desde una perspectiva temática sino también formal (exceptuando los momentos cruciales en el desarrollo de su relación, prácticamente no hay cortes cuando se pasa de una mujer a otra). Tampoco son muchas las películas que han puesto tanto empeño en romper la relación entre los espectadores y la temática fílmica, con objeto de recordarles que aquello que experimentan como si se tratara de la verdad desnuda y la más cruda realidad, no es más que parte de la ilusión creada por el cine.


En última instancia, Persona desafía cualquier intento de dar una explicación o una solución sencilla a lo que el espectador ve en la pantalla, y es, precisamente, esa ambigüedad, lo que hace de esta película un caso excepcional en un medio históricamente sometido al yugo de la narración y la acción lineales.

Allan Hunter, Los clásicos del cine, Alianza Editorial, 2001


Hay una palabra que siempre me había obsesionado y que me vino al pensamiento: persona el vocablo latino con que se designaban las máscaras detrás de las cuales, en la antigüedad, los actores ocultaban el rostro (…) Yo estaba encantado: mi film llevaría ese título curioso ‘Persona’, palabra cuyo primer sentido fue extremadamente alterado, porque de significar máscara, pasó a designar al que se oculta tras ella”.
Ingmar Bergman

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