domingo, 6 de noviembre de 2011

El crepúsculo de los dioses, Billy Wilder, 1950


Título original: Sunset Boulevard
Dirección: Billy Wilder
Guión: Charles Brackett, Billy Wilder, D.M. Marshman Jr.
Fotografía: John F. Seitz (B&W)
Música: Franz Waxman
Producción: Paramount Pictures. Productor: Charles Brackett
País: Estados Unidos
Año: 1950
Género: Drama. Cine negro
Duración: 110 min.
Intérpretes: William Holden, Gloria Swanson. Erich von Stroheim, Nancy Olson, Fred Clark, Jack Webb, Lloyd Gough, Cecil B. DeMille, Hedda Hopper, Buster Keaton, Anna Q. Nilsson, H.B. Warner, Franklyn Farnum.


Joe Gillis es un joven escritor de segunda fila que, viéndose acosado por sus acreedores, se refugia casualmente en la mansión de Norma Desmond, antigua estrella del cine mudo, la cual vive alejada de la realidad y sólo acompañada de su fiel criado Max. A partir de ese momento, la actriz pretende que Joe corrija un guión que ella ha escrito y que va a significar su regreso al cine. (FILMAFFINITY)


La primera vez que vi esta obra maestra quede extrañamente sorprendido ante su original punto de partida que dificilmente se olvida: la historia la cuenta un muerto (Joe Gills: William Holden), en realidad el protagonista, un escritor de segunda que sobrevive como puede en Hollywood... Este recurso, en absoluto gratuito, sirve para violentar desde el principio cualquiera de las convenciones a las que se aferraban tanto guionistas como directores en esa época, finales de los cuarenta, inicios de los cincuenta, una de las más fructíferas del cine. Mas este recurso no es más que un botón de muestra, pues aparecen elementos más complejos como la perversión del punto de vista y la calculada indefinición genérica a base de continuos paralelismos, que sirven en todo momento para potenciar la idea de que las convenciones y los tópicos no tienen cabida en la trágica historia que cuenta El crepúsculo de los dioses; un film a contracorriente, incluso hoy en día, y la cima creativa de su realizador, Billy Wilder, junto (superada incluso) por esa memorable obra de arte que es El apartamento (The Apartment, 1960).

Ya los créditos iniciales, que aparecen sobreimpresionados sobre una carretera filmada en un travelling en retroceso, rompen la norma, que como muy bien señala Carlos Losilla: «...frente al acostumbrado hieratismo de los fondos, el subrayado de su caracter huidizo, el desvanecimiento de sus señas de identidad. El suelo parece moverse bajo los pies del clasicismo» (1). Tras concluir los créditos el travelling termina, la música se apaga y se oyen sirenas, una voz en off explica lo que sucede: «Sí, esto es Sunset Boulevard, Los Angeles, California. Son alrededor de las cinco de la madrugada. Es la brigada de homicidios, completada con detectives y periodistas. Han informado de un asesinato en una de esas enormes casas de la manzana 10.000. Podrá leerse en las ediciones de la noche, lo dirán por la radio y se verá en la televisión, porque una vieja estrella está implicada; una gran estrella...» A continuación la cámara, que ha seguido a la caravana de coches oficiales, se introduce en la mansión en cuestión y se dirige a la piscina donde un cuerpo inerte flota: es el propio narrador. Es el comienzo más memorable del cine de Billy Wilder.


La historia no puede resultar en su comienzo más inquietante y trágica, sensaciones que según avanza el film irán en aumento hasta cotas indescriptibles en su parte final. Como en otras ocasiones el mundo del cine, de la industria de Hollywood en concreto, El crepúsculo de los dioses es un retrato sombrío y fatalista de un mundo aparentemente lleno de glamour y supuestamente fascinante, que acerca al film al cine negro (la estructrua en flashback es otro aspecto que lo acerca a este género), también, porque como apunta Quim Casas «Hollywood es (...) un gran tema en negro» (2). No obstante no hay clasificación posible, pues se puede ver como un melodrama (la música tiene gran relevancia en este sentido) e incluso, y que nadie se me asuste, como un film de terror, claro que no en el sentido estricto del término, pues no se trata de un cuento de ultratumba o de un relato con monstruo: el horror aparece tras elementos y situaciones totalmente cotidianas para los personajes. Además de ser un film genuinamente meta-cinematográfico por el tema escogido, pero también por la osada estructura narrativa que emplea.

Norma Desmond (Gloria Sawnson) es una actriz madura ya retirada, que en la época del cine mudo triunfara de la mano de Cecil B. DeMille. Su modo de vida se ha anclado en esos años pasados llenos de gloria y vive sola con su mayordomo Max (Erich von Stroheim), en realidad su primer marido y el director que la descubrió, ahora pendiente de su bienestar, manteniendo en ella la certeza de qué todavía es una estrella, aunque haya dejado de trabajar hace mucho y ya nadie la recuerde. Gloria Swanson fue actriz de cine mudo, trabajó con Cecil B. DeMille y también con Erich von Stroheim. Éste, gran director de la época muda, se apartó de la dirección con la aparición del sonoro y se dedicó más a la interpretacion (3). Estos paralelismos, algunos más que obvios (4), no dejan de resultar relevantes a la hora de valorar la representación en el film, que en verdad no deja de ser un reflejo (en negro) de la propia realidad de la industria de Hollywood y que se encuentra perfectamente integrada en la historia.

La ficción cinematográfica propuesta, por tanto, se acerca a una determinada realidad, lo que no significa que El crepúsculo de los dioses sea un film realista, más bien linda con un mundo de pesadilla, que refuerzan esa sensación de tragedia y turbación que tiene el relato (y le acerca al terreno del horror antes mencionado). El film propone por dos veces (al inicio y hacia el final), mediante la planificación de la escena de la piscina, qué hay de verdad en lo que vemos y quien en verdad está moviendo los hilos. El primer elemento relevante, por el sentido que le confiere precisamente al punto de vista del film, es ese sobrecogedor plano desde el fondo de la piscina que encuadra el cadáver del narrador. No me resisto a transcribir la excelente reflexión al respecto de Carlos Losilla: «Joe Gills yace muerto en la piscina (...) Una toma lo filma flotando boca abajo, con los brazos extendidos, mientras la policía y los periodistas se arremolinan a su alrededor. De repente, el contraplano lo enfoca desde el interior de la piscina, como si la cámara se hubiera sumergido en el agua. ¿Desde dónde se nos está hablando? (...) Los personajes atrapados en el final de sus propias narraciones, en el epílogo de su interminable encierro, intentan atraer al espectadora su terreno a través de llamadas análogas a los que ellos mismos escucharon una vez: cantos de sirena, tentaciones de Orfeo, trucos de la ficción.» (5). El segundo es el encadenado de este contraplano, donde el encuadre se va difuminando y confundiéndose con el agua de la piscina, indicando, solo aparantemente, el inicio de la historia -en flashback- que narra Joe Gills, pero insinuando que aquélla bien pudiera ser un sueño, o un cuento, o tal vez una película...


A estos momentos, que de algún modo hacen de la película una cinta de Moebius, habría que añadir otros igualmente reveladores del juego con el espectador, la violentación de ciertas convenciones y de la compleja estructura narrativa del film. El mayor punto de inflexión en esa naracción en flashback de Joe Gills tiene lugar cuando él acepta a Norma enamorada como una chiquilla de él, tras su rechazo inicial y el intento de suicidio de ella. Joe Gills regresa corriendo tras conocer la noticia; sentado observando a Norma llorando tumbada en su cama parece cavilar qué determinación tomar, finalmente se levanta, se acerca a Norma y le desea feliz año; momento filmado con un travelling que toma la espalda del guionista como referencia, revelando la falsedad e interés de su postura. Pero el quiebro se produce también a otro nivel: a) hasta ese momento la voz en off del protagonista indicaba e informaba de cualquier sensación o situación, bien de la incomidad que sentía por estar viviendo en la mansión, bien de lo horroroso que en realidad era el guión de Norma que él estaba puliendo, a pesar de lo que él le decia a ella; la escena comentada antes, por el contrario no está subrayada por la voz en off, tan solo por el movimiento de cámara escogido; b) todo lo que ocurre (y el espectador ve) antes de este punto de inflexión, se aferra por completo al punto de vista exclusivo de Joe Gills, apareciendo siempre en todas las escenas y manteniendo la lógica narrativa pues "se supone" que él es el narrador; pero justo después de la escena referida seremos partícipes (como espectadores) de una situación en la que Joe Gills no está presente y a partir de ahí de otras muchas, como si, y volviendo a Losilla, ahora quien hablase fuera otro, o aunque siempre haya sido el mismo, revele en realidad su carácter omnisciente y muestre su juego al espectador (6).

En El crepúsculo de los dioses se puede advertir, como se comentaba, la presencia del melodrama y del cine negro por la utilización de elementos afines a ellos como es el caso de la música, la voz en off, la fotografía en blanco y negro... A pesar de que todos ellos están pervertidos no dejan de asociarse con los géneros donde eran más característicos, circunstancia ésta tambien entendible como metalenguaje cinematográfico, pues el film habla del cine, y el cine es/era, entre otros, melodrama y cine negro: aunque «Hollywood sea un gran tema en negro», ¿qué mejor forma de retratar el mundo del cine que a través de sus propias ficciones? No obstante, a mi modo de ver, el film de Wilder se acerca, como ya he comentado, a cierto cine de terror. Valgan varios ejemplos para corroborarlo: la llegada a la mansión de Joe Gills bien podría equipararse a la llegada de cualquier de los descuidados viajeros que terminaban en el castillo de Drácula; la propia mansión resulta una referencia más que evidente; el entierro del mono de Norma resulta cuando menos extraño y el malestar del protagonista ante la macabra escena se refuerza mediante ese plano que enfoca la ceremonia desde su perspectiva tras la ventana de su habitación; el mayordomo Max, cuya caracterización no invita a la confianza; el final en el que Norma totalmente ausente de la realidad cree que está rodando su nuevo film: una imagen terrorífica en sí misma...


La trama de El crepúsculo de los dioses gira, también, en torno a la muerte de personajes e instituciones: se habla de la muerte del cine explícitamente como en el memorable primer diálogo que mantienen Joe Gills y Norma Desmond, o de forma más tangencial reflejado en la superficialidad y falsedad de aquéllos que hacen cine; Max, antiguo director de cine, aparece como una sombra de sí mismo y solo al final parece resucitar, cuando dirige la farsa final; Norma, mujer de cincuenta años antigua diva del cine mudo a edad muy temprana, se niega a envejecer; Joe Gills muere fisicamente, pero ya antes lo habia hecho cuando acepta una vida fácil, que no le reconoce su talento, siendo su intento de rehacer su vida profesional un mero espejismo. La sordidez de la historia se traslada (o viceversa) a los personajes que pueblan el film, todos despreciables, egoístas, cínicos e incluso antipáticos, que sólo despiertan un vago sentimiento de compasión. Todos, sin embargo, conseguiran lo que desean, aunque sea a un alto precio o en forma de pantomima: Joe Gills tendrá su piscina, Norma Desmond rodará de nuevo y será Max, no por casualidad, quien la dirija... Hay un personaje positivo en el film, pero que paradójicamente es el más perjudicado: Betty (la bellísima Nancy Olson), la correctora con aspiraciones de guionista que se enamora de Joe Gills y terminará despechada y abandonada...

Billy Wilder nunca estuvo mejor en su labor como director, con soluciones de puesta en escena, que de haber sido más continuas y tan lúcidas en su carrera, hubieran echado por tierra esa máxima que le consideraba mejor guionista que director. No obstante sería injusto no destacar el formidable guión firmado junto con su colaborador de la primera época, Charles Brackett, y David H. Marhsman, jr. También digno de mención es la labor de todos los intérpretes, en especial de un William Holden extraordinario, y naturalemente la música de Franz Waxman tan intrigante y trágica como la historia del film y la magistral fotografía de John F. Seitz.

Al final, Norma Desmond tras disparar a Joe Gills murmulla: «las estrellas no tienen edad». La (re)visión de El crepúsculo de los dioses es la prueba palpable de que el cine no tiene edad.

(1) "El espectador atrapado", Dirigido por... nº 312, mayo 2002, p. 75
(2) "Wilder en negro", Dirigido por... nº 312, mayo 2002, p. 64
(3) Entre las interpretaciones de Erich von Stroheim sobresale el memorable protagonista de El gran Flamarión (The Great Flamarion, 1944), el interesante film de Anthony Mann. Por su parte, Gloria Swanson es recordada por el papel de Norma Desmond, que le valió una nominación al Oscar®
(4) Cecil B. DeMille aparece interpretándose a sí mismo. Aparecen otros ilustres actores de la época muda como el gran Buster Keaton.
(5) Ibidem nota 1.
(6) Hay otro punto a tener en cuenta al respecto y es el hecho de que el narrador no diga en ningún momento que el muerto es él, en el prólogo se refiere en tercera persona al hablar del cadaver de la piscina. Cuando comienza el flashback adopta la primera persona y en el regreso al principio del film ya se refiere al cadáver en primera persona.

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