domingo, 27 de noviembre de 2011

Viaje a través de lo imposible, Géorges Méliès, 1904

Título original: Voyage à travers d'impossible
Dirección: Georges Méliès.
Guión: Georges Méliès, basado en obras de Julio Verne y Adolphe Philippe d'Ennery.
Producción: Georges Méliés para Star Film Studios (Montreuil, Francia).
País: Francia.
Estreno: 12 de octubre de 1904.
Duración: 470 metros (19 min. aprox. más 2 min. 30 seg. el suplemento).
Intérpretes: Georges Méliès (profesor Mabouloff), Fernande Albany (señora Latrouille), May de Lavergne (una enfermera), Jehanne d'Alcy (una campesina).


Cuando aún no se han apagado los ecos del extraordinario éxito del film Voyage dans la lune, Méliès decide prolongarlo con un tema de similares características. Voyage à travers l'impossible toma su título de una féerie del dramaturgo francés Adolphe d'Ennery que compila diversas novelas de Julio Verne y fuera estrenada en el teatro de la Gaîté en 1882. Inspirándose vagamente tanto en Verne como en H.G. Wells, Méliès elabora un guión fantástico en el que, combinando hábilmente invención, ironía y ciencia-ficción, nos propone un fabuloso viaje cuyo destino esta vez, es el sol.
Méliès dispone una obra vertiginosa en 43 cuadros donde no faltan efectos de maquinaria teatral, pirotecnia, maquetas, desarrollos horizontales y verticales; así como tampoco trucajes de paradas de cámara ni fundidos encadenados. Con todo ello, Méliès está configurando las bases del cine de gran espectáculo.
Bien es cierto que el realizador renuncia a aprovechar las posibilidades que le ofrece el montaje en cuanto a continuidad narrativa, repitiendo acciones que ya han acontecido en el cuadro anterior. Así, vemos a un automóvil que choca contra el muro de una casa y, en el cuadro siguiente, se nos muestra a una familia tranquilamente dispuesta en un comedor donde, instantes después, irrumpe el auto visto previamente. Poco o nada parecen importarle a Méliès estos detalles técnicos ni el ir asimilando las soluciones narrativas que el medio cinematográfico va descubriendo paulatinamente.
Sus auténticos valores son su desbordante imaginación y la calidad de sus trucos, posibles éstos gracias a la perfección mecánica alcanzada por los estudios de Montreuil. Así, el espectador, además del mejor sitio del teatro, puede disfrutar de un aluvión de sorprendentes acontecimientos. A destacar los impactantes efectos pirotécnicos observados en la obra, y el parecido de la fábrica metalúrgica del cuadro 31 con el hall de máquinas de la Exposición Universal Internacional de París de 1900.
Convenientemente coloreada a mano, la película es estrenada en otoño de 1904 y alcanza un gran éxito, que reafirma la madurez creativa alcanzada por el mago de Montreuil.

Luis Enrique Ruiz, Obras Pioneras del Cine Mudo (1895-1917), Ediciones Mensajero, Bilbao, 2000

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