domingo, 6 de noviembre de 2011

Habemus Papam, Nanni Moretti, 2011


Título original: Habemus Papam
Dirección: Nanni Moretti
Guión: Nanni Moretti, Francesco Piccolo, Federica Pontremoli
Fotografía: Alessandro Pesci
Música: Franco Piersanti
Producción: Coproducción Italia-Francia; Sacher Film / Le Pacte / Fandango
País: Italia
Año: 2011
Género: Drama. Comedia
Duración: 104 min.
Intérpretes: Michel Piccoli, Nanni Moretti, Margherita Buy, Jerzy Stuhr, Renato Scarpa, Roberto Nobile, Franco Graziosi, Massimo Dobrovic, Leonardo Della Bianca.


Tras la muerte de un Papa, obispos, arzobispos y cardenales de todo el mundo se reúnen en Cónclave para elegir a su sucesor. Después de varias votaciones infructuosas, que se anuncian con la salida de una humareda negra, se ve, por fin, la "fumata bianca" que indica que "habemus papam". Los fieles que se han congregado en la Plaza de San Pedro esperan con entusiasmo y fervor que el nuevo pontífice, siguiendo la tradición, se asome a una de las ventanas que dan a la plaza. Sin embargo, esperan en vano. Por alguna razón, el nuevo Papa no parece estar en condiciones de soportar el peso de tal responsabilidad. Mientras la inquietud se apodera del mundo católico, en el Vaticano, se busca desesperadamente una solución para superar la crisis. (FILMAFFINITY)


El italiano Nanni Moretti apunta con “Habemus Papam” al Vaticano al considerarlo como lugar cerrado y hermético y, por extensión, al poder que provoca angustia en el hombre contemporáneo y que le impide respirar a gusto. Para ello opta por dar un tono sarcástico y paródico a la historia de un Papa recién elegido y que no puede soportar la presión y las responsabilidades del cargo. Es la visión de un director militante y manifiestamente ateo, dado a la polémica y a dejarse ver tras la cámara, de fácil e inteligente ironía y al que gusta erigirse en centro del plano. Esta comedia fracasó en el festival de Cannes y también en la Seminci, quizá por la falta de fuerza de una propuesta a la que le salva la soberbia actuación de Michel Piccoli, y en la que sobra mucha trama cardenalicia. Un inicio prometedor se va desinflando con risas que pierden frescura y con una historia deshilachada por las pretensiones.

Moretti traza un díptico a partir del cónclave que debe elegir un nuevo Papa. Por un lado presenta a todo el colegio cardenalicio en clave cómica y esperpéntica, con personajes bobalicones e inocentes a los que hace jugar a las cartas o al voleibol y que ofrecen reacciones caricaturescas que a algunos les puede hacer gracia y a otros molestar. Son individuos estereotipados y sin hondura, simpáticos en su simpleza, rígidos en su celo… sobre los que el director se complace sin maldad buscando momentos graciosos e hilarantes, algunos ciertamente conseguidos pero repetitivos y que hacen que la trama principal se estanque. Ésta es la del Papa recién elegido y que interpreta Piccoli con extrema humanidad y hondura, metáfora del hombre aplastado por el poder y la responsabilidad. Algún arranque de pánico y ansiedad un tanto estentóreo no oculta otros momentos de profunda y más contenida inquietud, cuando deja ver un pasado frustrado como actor de teatro -dardo envenenado contra un Papado visto como nuevo trabajo escénico- o su interior perturbado por las nuevas exigencias.


Y entre la trama cómico-burlesca y la humana-entrañable aparece el psiquiatra interpretado por el propio Moretti, como no podía ser de otro modo, en una escena que no aporta nada a la historia central. Preguntas incómodas en clave freudiana para hurgar en la infancia y juventud del nuevo Papa, y fáciles situaciones que invitan al ridículo del estamento clerical… y que también son una crítica al propio psicoanálisis. La inteligencia e ironía de los diálogos no oculta un guión desequilibrado y errático que hace que la película se quede en lo episódico y avance hacia el precipicio, y que sólo el gran actor francés logra rescatar… aunque sea con un giro hacia el sainete complaciente.

El tono esperpéntico y tragicómico que el director imprime a la cinta hace que resulte una historia a ratos divertida y conmovedora, algunas veces algo exagerada pero siempre con humanidad, nunca excesivamente hostil aunque tampoco inocente. En este sentido basta escuchar el “Todo cambia” cantado por Mercedes Sosa y que alude a los cambios que el director reclama a la Iglesia, o el vagabundeo de Piccoli por las calles de Roma en una odisea existencial que busca la libertad y a Chejov… para tomar conciencia individual de su quehacer. Pero, con todo, el trabajo de Moretti no pasa de ser un divertimento fallido con su dosis ideológica para un Piccoli sincero y humano que se debate, como la película, entre la risa y la angustia, entre la Iglesia y el Estado, entre la obligación y la necesidad que conlleva el poder. Al final, no hay fumata blanca ni negra, sino tan solo gris.
La Mirada de Ulises


UNA CONVERSACIÓN CON NANNI MORETTI

¿Cómo se te ocurrió la idea para la película?
Federica Pontremoli, Francesco Piccolo y yo empezamos a trabajar en diferentes ideas a la vez. Tras un tiempo decidimos desarrollar la historia de “HABEMUS PAPAM”. Hay una escena en particular que fue la que empezó todo: un Papa recién elegido que no es capaz de salir al balcón a saludar a los fieles.
¿Recibiste una educación religiosa? ¿Crees en dios?
Mis padres eran creyentes y recibí una educación católica. Yo no soy creyente.
La película está claramente centrada en dos ejes: algunas secuencias se centran en el confinamiento y otras en la libertad. ¿Qué hay detrás de esa simetría en tu forma de escribir?
Quería mezclar comedia y drama en una película, el tono grotesco y el realista. El cónclave de los cardenales es inventado, pero respetamos los rituales y las liturgias de uno real. El Papa escapa del Vaticano y se pasea por la ciudad donde se encuentra en situaciones que no ha experimentado desde hace mucho tiempo. Su vagar por Roma le lleva a Melville y al público hacerse ciertas preguntas. Mientras, el psicoanalista permanece retenido en el Vaticano, donde a pesar de sentirse desorientado al principio, se acaba encontrando a gusto al final.


¿Qué piensas de los ataques que estás recibiendo estos días?
No ha habido ataques a la película en sí, solo algunas reacciones que no representan al mundo católico. La iglesia católica ha sobrevivido recientemente a una serie de escándalos y la actitud de su jerarquía ha sido criticada. ¿Por qué no están presentes estas controversias en la película? Intento evitar contarle al público lo que espera escuchar. No me ha interesado nunca reiterar en mis películas cosas de las que el público ya es consciente. No me gusta enviar mensajes velados jugando con temas de actualidad. Respecto a los escándalos de la iglesia católica, como los financieros o la pedofilia, hay libros, documentales y artículos en los periódicos por todas partes. Prefiero no condicionarme con asuntos de actualidad. Es una historia inventada, sobre mi Vaticano, mi cónclave, mis cardenales.
¿Se puede aplicar el tema de la película a la política?
He dado mi versión de un mundo preciso, el del Vaticano. Pero pienso que los temas de la película y la angustia del protagonista pueden ser aplicados a otras situaciones, otros mundos, y pueden afectar al público que vive apartado de personajes como el nuestro.


¿Cuál es la relación entre la confesión en la religión católica y la confesión durante una sesión de psicoanálisis?
No creo que tengan nada en común.
¿Se podría decir que eres más crítico con el psicoanálisis que con la iglesia?
En mis películas me he reído mucho de la izquierda, de mi generación, y de la relación entre padres e hijos, de la escuela, del mundo del cine, incluso en “Caro Diario” del cáncer que sufrí hace 20 años. Pienso que es de justicia reírme del psicoanálisis también.
¿Cuál es la relación entre Melville, que rechaza el papel que le asignan, y el actor que quiere interpretar todos los papeles de “The Seagull”?
¿Debe convertirse todo el mundo en intérprete de si mismo, de sus decisiones, de sus películas?  Algunas veces es difícil para mí teorizar sobre mi propio trabajo.


¿Por qué Chekhov?
Mientras escribía el guión, quería que la obra fuera de un autor reconocido. Chekhov era el que más se correspondía con los sentimientos de la película y sus personajes.
El productor protagonista de “Il Caimano” y Melville en “HABEMUS PAPAM” expresan su libertad de una manera inesperada y valiente.
¿Crees correcto establecer una relación entre ambos personajes?
No veo parecido entre ellos. Puede que haya una conexión en que los dos son el nexo entre dos mundos completamente distintos. En “Il Caimano”, un productor de películas de serie B que vota a Berlusconi, conoce a un joven aspirante a director que quiere debutar con una película anti-Berlusconi. En “HABEMUS PAPAM”, mientras deambula por Roma de incógnito, el Papa entra en contacto con gente y situaciones que no son parte de su mundo. Mientras, un psicoanalista, ateo, conoce a los cardenales de un cónclave y les obliga a participar en un torneo de voleibol.
¿Se corresponde tu negativa a seguir con tu actividad política con la de Melville a ser Papa?
Pienso que es una comparación muy forzada. Desde el principio de mi experiencia política dije que volvería a mi trabajo de director en cuanto pudiera. Nunca busqué ser político profesional.
¿Qué parte de la película es autobiográfica?
Como siempre, es la atmósfera general de la película. Ysi quieres entrar en detalles hay algo en de mí en ambos protagonistas y en la incómoda sensación que tienen de no estar a la altura.

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